Todo vuelve a la normalidad

Mi padre ya está bien. Hoy hemos salido después de diez días encerrados. Tomó el antibiótico que le mandaron, tomó jarabe y Paracetamol. Ya respira bien, ya no tiembla, ya se sujeta solo de pie, ya camina y anda solo por casa sin el andador. Como no puedo comunicar con el médico y él quería salir, salimos a la calle. Por aquí no hay nadie y se estaba de maravilla en la calle. Ahora en un rato volveré a sacarlo de paseo cuando lo despierte de la siesta.  Tiene que recuperar diez días sin salir, y hay que aprovechar que va a llegar el frío y el agua. 
Si todo sigue así podré irme y retomar la piscina y hacer vida normal. Cuando la rutina está presente, es que la vida funciona bien.   Lo que sí  echo de menos no dormir acompañada. Me encanta sentir la piel de mi compañero pegada a la mía. Me encanta dormir en cucharita y sentir el abrazo de osito mimoso de mi compañero.   A esperar al miércoles para acurrucarme y ser abrazada mientras duermo. 

No le he pedido nada a los Reyes Magos, seguro que aún se puede pedir, pues pido con muchas ganas que después de dejar el regalo a los niños y niñas, se lleven de una oreja en trineo al covid, y lo entierren en una  montaña de hielo y  quede congelado por siempre. Si no, que lo lleven y tiren en cualquier volcán activo para que se queme y desaparezca. También les pido que todas las personas con covid persistente se curen. Que todos volvamos a estar bien y el mundo sea más limpio para que todos podamos vivir y disfrutar de la vida. No pido nada más. Ale, Reyes Magos, os he dado faena, tenéis que concedermelo.