martes, 29 de septiembre de 2020

Ictus.

 Amaneció un día entre otoñal y primaveral. Algunas nubes en forma de piel de cordero asomaban dando los buenos días. Los aviones en el cielo dejaban sus estelas algodonadas a su paso formando varias figuras.  El paseo en solitario con su padre hacia sentirse más relajada. Cuando el mundo despertaba la algarabía en el camino era  como un alborotado colegio de niños infantiles cuando cogen carrerilla. 

Asomaron las primeras bicicletas con sus ciclistas bien  ataviados con sus maillot y culottes. Guantes con medios dedos, gafas, cascos y zapatillas de ciclismo, una botella de agua metida en un bolsillo de la bicicleta. No les faltaba detalle alguno. El primero dio los buenos días, los demás asentían con la cabeza. Algunos coches comenzaron hacer ruido y soltar sus humos negros. Afortunadamente había un viento muy liviano que transportaba  los humos y se los llevaba  y camuflaba entre la arboleda.

Pasó también un rebaño de cabras.  Pocos rebaños hay, decía su padre, algunas lágrimas salieron de sus ojos recordando los tiempos de cuando él era joven y se iba al campo de cabrero con su padre. Enseguida sus ojos se quedaban secos y su voz se apagaba.  Cada vez que José se movía arrastraba sus pies y la música clásica de su andador envolvía el ambiente. Los vecinos ya sabían que José andaba como cada mañana de paseo. 

Él era quien dirigía la dirección del paseo y la velocidad que era lenta y muy pausada.  Poco hablador a su hija el tiempo se le hacía eterno. Afortunadamente ella se entretenía con el teléfono móvil. La gran mayoría de las personas mayores se repiten mucho pero a la vez tienen muchos silencios. José decidió que ya era hora de volver a casa. Emprendieron el regreso lento pero seguro. 

A la hora de la comida no quería comer, decía que no tenía hambre. Su cuerpo comenzó a temblar. Apenas dos trocitos de pollo comió, un yogur y dijo de acostarse la siesta. Su hija le ayudo y le puso dos mantas porque aun solo tenía una. Ella quedó intranquila porque nunca había sucedido nada de eso. Sobre las cuatro de la tarde fue a llamar a  su padre  para ayudarlo a vestir. Pero su padre no podía levantarse. Su hija dio un grito para llamar a su marido y levantarlo entre los dos. Lo vistieron y llevaron hacer pis. Lo tenían que llevar sujeto entre los dos. Su hija comenzó a preocuparse y sabía que algo no iba bien. Lo sentaron en la mesa de la cocina. Merendó una mandarina y una tortita de anís que le encantan. Seguía sin fuerzas y decía que la cabeza no iba bien. Celia le tomó la tensión y era elevadísima. Su padre tenía la tensión por las nubes  y las pulsaciones se le había disparado a 97 por minuto, cuando él normalmente tenía 60 0 70 como mucho. Ahí Celia se dio cuenta de que algo sucedía. Le dio media pastilla de seguril para bajar esa tensión y cada media hora  la tomaba de nuevo . Comenzó a bajar. Pero su padre seguía sin poderse levantar del sillón. Según pasaban las horas comenzó a levantarse con dificultad y a caminar más despacio que de costumbre, en todo momento su hija y su yerno iban a su lado por si se caía. La tensión iba bajando. Pero las pulsaciones seguían altas.

Sobre las 19:00 horas estaba mejor pero le vieron que estaba ladeado, echado hacia un lado. Celia se puso en contacto con un primo que es médico. Le explico lo que sucedía a su tío José. Le dijo que por la mañana estaba todo bien y que al mediodía fue cuando notaron que no estaba como habitualmente. Lo único que había cambiado ese día era que su hija le puso una inyección que tiene que ponerle todos los meses mandada por su Nefrólogo. Cada mes tiene un síntoma diferente. Unas veces se le suelta la tripa, otras se estriñe mucho. Era la primera vez que le sucedía esto. El primo les dijo que miraran contraindicaciones y efectos secundarios de la inyección.  Una de cada diez personas puede causar un ictus. Un ictus pasajero dijo su sobrino. No os preocupéis por  eso de que se va para un lado, ya que  se le quitará también. Nos dijo que llamáramos a urgencias y dijéramos lo que  había sucedido  y que fue a las pocas horas de haberle inyectado .

 Celia le preparó la cena. Solo tomó un poco de sopa y un yogur. Decía que se encontraba mejor. Tenía más fuerzas y la tensión y pulsaciones estaban casi normales. Llegaron médica y enfermera de urgencias. Celia se quedo más tranquila. Muy buenas profesionales. Le dijeron que se levantara. Se levantó aunque le constó un poco. Le hicieron unos ejercicios, y apretaba fuerte con las dos manos. Caminaba con el andador como siempre. Dijeron que lo que fuera se le había pasado. Ya no se iba hacia el lado derecho, estaba recto. Celia enseñó la caja de una de las inyecciones que le había puesto en la mañana. Tomaron nota. Y dijeron que le observarán. Todo parecía normal y que dado que los hospitales estaban con lo del covid-19 no le iban a exponer. Celia se relajó porque era lo que temía que tuviera que ir al hospital.  

Su hija estuvo toda la noche despierta y muy nerviosa pensando lo que se le venía encima. Cada dos por tres bajaba a ver como estaba su padre. Él decía que estaba bien que se había levantado  hacer pis. Buena señal. Por la mañana su hija le pregunto qué  qué tal estaba, estupendo dijo, pero estoy muy a gusto en la cama. Ictus pasajero como dijo su sobrino y Celia el corazón encogido toda la noche. Sus tripas abrasaban, su cuerpo se descompuso,  estuvo todo el día  del domingo con colitis. El culete la echaba fuego porque en  su interior algo se descompuso y la acidez  hacía que  su estomago y tripas parecieran en llamas. Los nervios se agarraron al estomago y descompusieron.

El domingo José desayunó normal, salieron de paseo y todo perfecto. La fortaleza de algunas personas es increíblemente  de asombro. Naturalmente estas inyecciones no se las van a poner más veces. Consultaran con el médico pero no más inyecciones dijo su hija.


6 comentarios:

  1. Todos los medicamentos tienen contraindicaciones y i las lees detenidamente, te entran ganas de no tomarlos. Está visto que esa inyecciónl le perjudicó más que curó. Esto le ha servido de aviso para no tomarlo más.

    Lo del coronavirus ha hecho que la sanidad se vuelque en eso y ya no prestén la atención que requiere otras enfermedades.

    Besos

    ResponderEliminar
  2. Coincido con el primer comentario.
    Hay que vigilar con los efectos secundarios de los medicamentos. Por desgracia no todos los médicos actúan con el cuidado que deberían, a veces están saturados, cansados o lo que sea.
    Dicho esto, pienso en si hay que vivir sea como sea...
    No sé... conozco a personas muy mayores que tienen su vida extremadamente limitada hasta le punto de necesitar ayuda para todo...
    Eso me hace pensar en que la vida no es sólo cumplir años sino cumplirlos con dignidad porque, al menos para mí, sin dignidad la vida no tiene sentido.

    Besos.

    ResponderEliminar
  3. Alguna experiencia cercana tenemos en ese sentido. Lo novedoso desde un tiempo es que los hospitales estás reservados al Covid-19 y el resto de afecciones se atienden como se pueden y muy frecuentemente por teléfono.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Hace unos días presencié uno (creo) entró una señora y su hija en la ferretería, al entrar se sintió mal le dieron una silla y agua, dejo de hablar y reaccionar, llamaron a emergencias y me fui sin recoger mi compra no quise distraerlos. Una amiga (muy joven) de mi hija sufrió uno y le ha costado recuperarse (dos años), solo con su fuerza de voluntad ha podido aunque algo queda. Un abrazuco

    ResponderEliminar
  5. No sé si ha salido mi comentario.
    Me alegra que tu padre esté mejor.

    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar