lunes, 13 de abril de 2020

Soñar cuesta tan poquito que todos nos lo podemos permitir

Desde mi hogar lo divisaba todo.
El mundo estaba parado aunque para mí continuaba.
Cada día era como si estuviera más cerca de la luna, en las noches, y de las estrellas.
La luna me contaba montones de anécdotas que ella había vivido en la tierra con diferentes personas.
Mis noches eran fabulosas escuchando las vivencias de la luna. Eso sí, ella  tenía que gritar un poco porque aun nos separaban unos cuantos kilómetros.
Yo sacaba la hamaca al porche para divisar el horizonte y el firmamento. Un espacio infinito y nítido porque la luz era esplendida. Las estrellas eran como pequeñas luciérnagas con una luz limpia. A veces se movían. Un día me di cuenta que cuando se movían era para darse abrazos. Lo tenían un poco difícil porque sus picos pinchaban. Pero se las ingeniaban y se fundían en unos enormes y apasionados abrazos.
Vamos al hilo de las historias de la luna.
Ella me contó que una vez se reflejó en un charco de agua muy limpia. Pasaba por allí un hombre algo ajetreado que apuraba las horas del día y de la noche. Al ver a la luna por  el camino que él tenía que  pasar, dio un gran frenazo y a punto estuvo de pisarla.
Sin más se quedó contemplándola y el sueño le venció. Amaneció en posición fetal. Cuando se despertó era ya de día  y la luna no estaba. Reinició el camino de nuevo al trabajo. Ese día les contó a sus compañeros que había dormido al lado de la luna. Que ella estuvo toda la noche acariciándolo. Que le propuso hacer el amor, pero él no quiso porque estaba muy cansado.

También me contó que una noche de esas oscuras en donde da miedo  caminar solitarios, por el campo, un lobo que estaba herido se lamía las heridas. Se paró a descansar en
 una piedra muy grande. Esta piedras tenía como un cuenco en un lado donde se recogía el agua. Ahí se reflejaba la luna. El lobo al verla comenzó a ensalivar pensando que se iba a dar un gran festín. Se fue acercando  con sumo cuidado hasta que de pronto abrió sus fauces enormes donde asomaban unos colmillos gigantescos y amarillos.  Se lanzó sobre el agua para comerse a la luna pero solo trago algo de agua y se rompió un colmillo al tirarse con tanto ímpetu como si fuera un cordero. Volvió a intentarlo una vez más. Y otra, obteniendo el mismo resultado. Al final se fue con le rabo entre las piernas y con el mismo hambre.

Empecé a notar que cada día estaba más cerca de la luna. La primavera se ve que le dio fuerza a la Savia y el árbol en donde tenía mi casa hecha, había crecido unos kilómetros, comencé a notar el calor que desprendían las estrellas. Intenté tocar la luna para ver que tacto tenía. También intenté olerla. Era una luna llena que iluminaba toda la tierra.  Mi mano entró en ella pero no percibí ningún tacto ni suave ni viscoso. No olía a nada. Era un agujero lleno de muchas luciérnagas transparentes.
No me importó porque yo estaba allí en mi casa, en lo alto del árbol,  disfrutando de la belleza que tenía ante mis ojos.
Ahhhhhhhhhh se puede soñar despierta a pesar de estar confinados en casa y con el bicho pululando por ahí.
  :-) :-) :-)



5 comentarios:

  1. Alucino con tu imaginación.
    Es una pasada.
    Te está sentando muy bien el confinamiento.

    Besos.

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    1. Gracias Torito. El aburrimiento de estar en casa todo el día hace estas cosas. Y encima sin ordenado :-((
      Le estoy dando un sobo total al sofá, creo que después de esto tendré que cambiarlo por otro porque ya está martirizado.
      Abrazossss. Cuídate mucho

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  2. Respuestas
    1. Gracias Amapola. Ya que las piernas no pueden caminar, al menos que camine la cabeza :-)
      Abrazoss. Cuídate mucho y ánimo.

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  3. Isa, qué buena confidente, capaz de acompañar tu confinamiento, y lo mejor dejarte historias fabulosas. Un abrazo. Carlos


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