Las carreteras despejadas

Ya estamos en casa. El viaje muy bien. Carreteras despejadas.

Extensiones infinitas de un blanco que ciega pero a la vez es tan bello e increíble que confunde.

Fui todo el camino con el culillo apretado que ni un pelo por fino que fuera me entraba.

Belleza en el ambiente. Parecía un cuadro pintado al oleo con nubes de algodón en las copas de los árboles.

Lo malo llegó al entrar en la poblacion. Desconcierto total. Montones de nieve por todas partes. Coches dejados en sitios donde no se pueden aparcar. Imposible llegar más lejos porque nos patinaba el coche y se iba para todos los lados.

Bajamos y Antonio intento poner las cadenas. Siempre hay personas solidarias. Le echaron una mano y pudimos continuar.

Otra pesadilla en el camino. No podíamos meter el coche en el garaje. Tampoco dejarlo en alguna acera. Nieve que me llegaba por la cintura. Pala y sacar nieve. Yo cogí otra pala pero no tengo fuerzas. Se me dan mejor las sartenes, los dedos para apretar la cámara y hacer fotos. En una hora metimos el coche, mejor dicho, metió Antonio el coche. 

Se veía que los coches no fueron sacados en varios días, estaban rodeados de nieve donde no hay tejadillo.

Las calles heladas y con nieve. El recorrido que hacemos del garaje a casa en cinco minutos, lo hicimos en media hora porque los pasos eran de caracol. Llegamos a casa y nos relajamos. Nunca pasé tanto miedo. Esto es como una pesadilla. No sé si podré ir al hospital o lo dejaré para el lunes. Mañana sin salir, pasado mañana aun no sé. Tengo buenas botas que agarran, pero soy patosa.

Antonio tiene también buenas  botas podrá salir con muchísimo cuidado para ir a trabajar.

Por lo que nos ha contado el dueño del garaje, solo han limpiado con algunos tractores. La sal se ve que la gastaron  en comidas o ni se molestaron en comprar, ni gota de sal ni de quita nieves. Increíble que en el pueblo las calles están transitables, aquí no.