miércoles, 28 de agosto de 2019

Dentro del ataúd

Muchos ataúdes navegaban playa abajo. La noche de antes varias familias, incluso la mía, decidieron  que la vida no tenía sentido. Tiempo atrás, encargaron a un carpintero de gran prestigio ataúdes de pino, los más económicos del mercado. Los querían sencillo, con pocas cosas extras. 
Sí querían que tuviera una radio camuflada al lado del esquinazo  de la izquierda, junto a la cabeza; de esta forma tan sólo con girar el torso y alargar el brazo podrían llegar y dar el volumen, sintonizar la emisora que quisieran, para estar entretenidos durante  la travesía y que el ruido de la mar no les asustase.
Solo un ataúd se quedo parado en la orilla. Resulta que a Manuela le vino un apretón de esos que son muy líquidos y no pueden aguantar dentro de las tripas. De un salto, mientras los otros ataúdes se impulsaban para flotar en aguas saladas, ella  salió del ataúd con unos movimientos algo raros. Tenía la mano tapando el culo, bueno el agujero negro que está entre cacha y cacha. Hacia unos movimientos algo raros como meciendo el cuerpo para sujetar el vientre  y que éste no diera un reventon.  No encontraba un lugar aparente donde agacharse y dar rienda suelta a esos líquidos que tanto ruido hacían en sus entrañas.  Por fin encontró un hueco en donde una pobre tortuga salia a sabiendas de que alguien había visto la intención de poner sus huevos. 
Allí Manuela descargó una gran tormenta pero sin truenos ni relámpagos, si no, con un olor a podrido  verdoso y nauseabundo, una especie de papilla color marrón clarito, y montones de pedos que se olían a varios kilómetros a la redonda. Tal fue el olor a podrido que una bandada de gaviotas que reposaban  tranquilamente,  después de darse un festín con un banco de pequeños peces  que nadaban en las profundidades de ese mar tranquilo, salieron volando despavoridas.
Manuela no tenía papel para limpiarse y notaba como se había manchado las cachas y los "labios". Espurreó   tanto la mierda al salir de esas tripas aprisionadas, que manchó hasta sus enaguas.
Cortó como pudo un trozo de tela de la enagua  manchada,  le dio la vuelta y  se limpio. Pero tuvo que cortar otro pedazo y escupirlo  para que quedara toda su parte intima bien  limpia; tan limpia y brillante  como un jaspe. 
Volvió al ataúd. Se vio tan sola que se puso a llorar. Nunca imaginó que la soledad en tierra fuera tan dura. 
Estuvo esperando por si alguno se arrepentía y se daba la vuelta. No veía ningún ataúd a lo lejos.  Oscureció. Tan solo la luna llena la acompañó en esa noche de soledad. 
Se quedó dormida. 
Cuando despertó estaba toda la cama llena de mierda. No había ningún trocito de sabana blanca, todo era de color amarillento y el olor era tan insoportable que salio corriendo al váter a vomitar nada.  

viernes, 23 de agosto de 2019

Pequeña historia de una familia y la desgracia de no llover.

Cada día era ordeñada para hacer queso y alimentar a la familia.
En la pradera no había hierba porque hacía más de diecisiete meses que no llovía.
La tierra se volvió seca y estriada. Las cabras y la familia permanecían en la misma casa porque el sol quemaba sus pezuñas sin calzado. 
La madre que perdió a su quinta criatura en un día que el sol quemaba hasta las entrañas,  aun tenía sus pechos llenos de leche. Amamantaba a dos cabras para que ellas a su vez dieran más cantidad de leche y poder hacer un queso al día .  Con él,  y bastante miel que había sacado de un alcornoque hueco, comían dos veces al día la familia. 
Las mondas de las pocas  patatas arrugadas, que aun guardaban,  sólo usaban cuando la leche escaseaba, eran envueltas en el poco pienso que  almacenaban cuando cambiaban por algún queso que hacían de más, el día que los pechos de la señora estaban bien cargados y las cabras mamaban más cantidad.
El pozo manaba cada vez menos y tenían que controlar la cantidad de agua que bebían animales y la familia. A penas un cazo de agua por ser vivo. De esta forma el pozo nunca quedaba seco e iba tomando la misma medida que tenía el día de antes. 
Cada dos meses mataban una cabra, la más vieja y la que menos leche daba. Tenían  para comer unos buenos días de carne y los quesos podían cambiarlos por ropa, algo de arroz,  legumbres, ... En su despensa, esta familia tenía bastantes botellas de aceite de años anteriores en que los olivos tenían mucha cantidad de aceituna,  y la almazara había sido generosa. Freían toda la carne de la cabra,  y la dejaban dentro de   unos cantaros de barro y aceite cubriendo la carne para que no se pusiera mala.
Así pasaron dos largos años hasta que las aguas volvieron y la vida comenzó con sus sonidos de pajarillos. Con las cigarras roncas de tanto cantar. Las abejas iban de flor en flor. Los saltamontes dando saltos como locos. Las cabras pastando en el prado hierba fresca.





miércoles, 21 de agosto de 2019

Semana Cultural en El Real de San Vicente 2019 Fotos de los adultos

Este año he hecho pocas fotos a los niños y niñas que han participado en la Semana Cultural. No voy a subir ninguna porque no sé si debo, si está mal o bien, así, que no subo. A los niños que conozco se las enviaré a sus madres y ellas que envíen a otras madres.
Otra cosa es si la Peña el Piélago me pide y pone en la vitrina de la ventana de la Peña. Yo no subo a internet para evitar problemas.
Este año he bajado a ver pocas cosas ya que tengo obligaciones y son antes las obligaciones. Cuando alguna actividad ha estado en horario que sí podía, he ido al evento porque me gusta participar en las cosas que hay en mi pueblo. No siempre se puede.
A la Era no bajé porque hacía mucha calor y este verano ya tuve un golpe de calor y me puse muy mala. Y no sé por qué doy estas explicaciones, pero bueno las doy y ya está.


























































Todos tanto ellas como ellos muy bellos. Juventud divino tesoro.

Ya terminaron las actividades del verano. Si tenemos buena salud y se puede el año que viene habrá más.
 
Sigo con mi ordenador roto y esto lo estoy enviando desde el ordenador de mi compañero.