Ejercicios del Taller de Escritura Creativa

El profesor nos da cinco minutos para escribir un texto  y él es quien pone las normas.

Este escrito lo hice al comienzo pero como no tenía tiempo pues no lo subí aquí al blog. Hay otros escritos que tampoco he subido e iré subiendo según vaya pudiendo. 

Nos dijo que escribiéramos una autobiografía. No tenia por qué ser verdadera. Lo que se escribe puede ser inventado o verdadero pero que mejor para no ser juzgados nunca digamos que es verdadero. Teníamos que escribir en pasado, en presente y en futuro. Alterando el orden o siguiéndolo. Como desearamos.

Autobiografía

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Nací un 20/06/1960.

Mi madre tomaba el fresco y charlaba con mi abula y otras vecinas.

De pronto yo, a las doce de la noche, me entró la curiosidad y quise salir a ver las estrellas y la luna.

Supongo que de ahí me viene querer estar todo el  día en la calle.

Quizá por esta circunstancia también me agrada salir a contemplar y ver  brillar  las estrellas. Y ver como la luna con su color nacarado me sonríe cada noche.

Según van pasando los años, me voy dando cuenta que estos gustos se acentúan; intentaré ahorrar porque parece que podremos viajar a la luna; iré guardando para cuando llegue el momento poder reservar una plaza para visitar esa esfera redonda y brillante que nos acompaña todas las noches y guía nuestros pasos en la oscuridad. Igualmente me encantaría ver las luciérnagas con las que se viste el firmamento; pero verlas desde más cerca,  no como ahora que las miro desde la tierra.

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Otro escrito que nos hizo hacer fue que nos dio a cada uno de los alumnos y alumnas un papel y teníamos que escribir sobre un suceso en un circo. Ninguno sabíamos que papel  hacían  los  compañero y compañeras. Me tocó de Tímida. Por cierto tuve que hacer poco esfuerzo porque este es mi estado habitualmente.

Mire usted señor policía, yo, yo la verdad que yo no vi bien lo que pasó. Pero no sé, yo no sé cómo contarlo.

Yo estaba mirando al suelo, de pronto, sentí mucho alboroto. Bueno, levanté la cabeza y me encontré que no podía ver nada porque todos eran más grandes que yo y estaban levantados y moviendo los brazos.

Yo es que no sé. Mis manos temblaban al igual que mi barbilla, y mi cara enrojeció. Me abrumaba tener enfrente un policía con un enorme mostacho y una voz tan dura y exigente. Él no dejaba de mirarme y preguntarme. Yo cada vez  me iba haciendo más y más  pequeña; hasta el punto de que me daba la sensación que la silla creció y yo era como un pequeño ratón asustado. Las palabras se me quedaban atragantadas en la garganta. Hasta que de pronto arranqué y dije: Sí, el tigre se comió al domador porque éste le daba fuerte con el látigo.