jueves, 1 de marzo de 2018

El viento haciendo de las suyas.

Se pasea como un señorito bien estirado y mirando por encima del hombro a todo ser vivo.
Hoy estaba feroz, en su ferocidad lanzaba las gotas de agua aplastandolas contra los cristales y las fachadas de los bloques sin ninguna consideración ni miramiento. Los cristales de las ventanas temblaban de miedo. Algunos desconchones en las fachadas y ha mordido  con sus dientes,  mugrientos y rotos,  trozos de cornisas. 
Desde las ventanas, se  veían ojos abiertos mirando con temor la fuerza del viento.
Mi bloque se ha salvado porque a pesar de su vejez, está fuerte, se hizo con materiales de calidad y estructuras de hierro. El cemento  no quiere separarse de las paredes y se agarra como zarpas escudriñando el alma del bloque. El miedo se apodera por unos instantes y  los cristales parecen toboganes  por donde escurre el agua a modo de cascada. 
Solo se ve agua y se escucha rugir el viento como un león enfurecido.
A fuerza de empujar  y empujar para esconderse, el viento, ha levantado un tejado. Lo ha dejado como un acordeón. Bloques nuevos que apenas tienen cinco años y ha podido con ellos dejando descubierta su cabeza. Sin embargo nuestro piso que luce una  gran veteranía  y se hizo en el año 1975 y no hay viento huracanado ni nube caprichosa que pueda con él.
En fin, que esta tarde ha sido una tarde donde los bomberos y policía han tenido que cortar la calle para poder recoger los añicos del tejado de enfrente. 
Supongo que este mismo gesto se habrá reproducido en diferentes lugares de España. 
Mañana los seguros tienen que echar cuentas y reponer los daños causados por el agua y la fiereza del viento.

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