Como hoja lánguida,
está a merced del viento.
Hoy le lleva hasta tí.
Mañana seguro le deja aislada en un rincón.
Será presa del frío,
será presa de la soledad,
será un alma quebrada.
Su voz se esconderá, se perderá entre sus entrañas.
Quedará sin palabras.
Su sonrisa se desdibujará de su rostro.
Sus pestañas quedarán paradas, porque sus ojos se fijarán en el horizonte.
El precipicio le llama, le grita que él está ahí para recibirle con los brazos abiertos.
Se da cuenta que sus brazos son ásperos y con dientes afilados.
Su cuerpo se asoma.
Su alma, dibuja una gran tapia para parar el destino.
Gritan los árboles a su alrededor, vuelve la conciencia.
El precipicio no logra conseguir su locuaz atracción,
llenando el vacío de hojas secas, que rascan el suelo, con el movimiento del viento.
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