Salamandras...

Ellas escondidas, madre e hija  pernoctando vagabundas debajo de la tapa de una colmena.

El frío otoñal las sorprendió, y no pudieron esconderse en ningún otro rincón.

Ahí encima de la colmena están calientes. Se mantiene a 36º y ahí pasaran adormecidas el tiempo del otoño y el frío invierno.

  

Pero no contaban que los dueños de las colmenas acudirían a poner comida para que las abejas estén fuertes y resistan las nevadas y heladas nocturnas.

Fueron desterradas de la tapadera que cubre la colmena. A golpe de un guantazo salieron despedidas. Ahí se quedaron acurrucadas. Esperando que el hombre camuflado de astronauta saliera rumbo a otro lugar.

Allí están las salamandras, custodiando la colmena.

Esperando a que llegue la primavera, para alargar su enorme lengua, y atrapar a alguna abeja desconcertada por los colores de la primavera. O tal vez algo atolondrada porque se le hizo pesado el invierno. 

Confiada por su libertad y clima más templado no se dará cuenta, que a la puerta de la colmena, antes de que empleada el vuelo, será el alimento de la salamandra. 

Este renacuajo de salamandra cayó encima de la rueda.

Pero seguro pronto se reunirá con su madre y se meterá dentro de la tapa a invernar con su madre, su padre, su tía, tío o quien sabe si habrá más de la familia