Tumbada en la arena...

... Sentía como era acaricia desde los pies hasta los pechos. Con cada caricia suspiraba y su cuerpo se estremecía. Extenuada, sentía como  lamían cada uno los   dedos de los pies. Como se sobresaltaba   cuando pasaba  su cálida y enorme lengua mojada entre cada uno de los huecos  proporcionando un masaje placentero. Continuó lamiendo los laterales y  los talones aterciopelados. Serpenteó como una culebra por su tronco buscando la manzana prohibida. Comió la manzana saboreando cada bocado con su boca hambrienta. Escaló sus montañas y continuò por su valle de piel suave. Se movía con soltura mientras en su bamboleo la espuma se adhería al cuerpo  embelleciendo  su feminidad.  Era engullida  una y otra vez por olas traviesas y juguetonas. Toda su piel  quedaba pintada como si hubieran batido a punto de nieve kilos y kilos de clara de huevo. El sonido de la mar la adormecía mientras soñaba que era poseída por un mar gigante y embravecido. El sonido del ir y venir de las olas la adormecen  plácidamente en tanto las olas recorrieron  cada milímetro de su cuerpo metiéndose por cada recoveco, cada poro de su piel.  Le faltaron unos segundos para colmar un gran orgasmos y llegar al extasis del placer, cuando una gran ola la despertó con un gran beso en los labios al dejarla hundida en la arena. 

:-)

No se puede una dormir porque las olas son traviesas y surcan y lamen los cuerpos adormecidos en la playa.

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Él, le colocó un  antifaz mientras ella lucía su piel por abrigo  tumbada con suavidad en la cama. En penumbras   no veía los movimientos de su pareja. El morbo la dejó totalmente relajada y se dejó hacer, y se dejó llevar como si volara dentro de una nube mágica.  Él recorría todo su cuerpo con la puntita de la lengua. Embadurnó sus pechos con miel  entretanto  los mamaba . Después, con sus dedos embadurnó sus ingles con caramelo líquido y éste,  se escapó al monte de venus y fue lamido de arriba a bajo, sin tocar la caperuza, fue absorbido con gusto y ganas en tanto  ella se retorcía de placer.  

Ella, le  puso esposas en sus muñecas amarradas al cabecero de la cama. Tapó sus ojos, con el  antifaz que  anteriormente   él  había usado para ella.

Puso crema en sus pies y masajeó suavemente con sus manos como si  de una pluma de ave se tratara. Él se estremecía y en sus labio una sutil sonrisa se dibujaba. Su miembro,  palpitaba y por momentos  crecía. 

Ella continuó masajeando sus pantorrillas llegando hasta sus endurecidos muslos. Lamió sus gónadas de seda e introdujo dentro de su boca saboreando.  A él se le  arqueó su cuerpo  en tanto que  una sonrisa placentera en sus labios se pintaba. Ella bajó la piel del bálano,  lamió con su lengua y saboreó como si de un chupachups dulce de cereza que  llenara toda su boca  le gustara. 

Quitó amarres y el antifaz.  Se unieron en un sólo cuerpo mientras saboreaban las delicias del placer.

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