Los abuelos antes de ser mayores fueron jovenes.
Tenían fuerzas y corrían con el mismo brío que corre esta pequeña cascada entre las piedras.
El rodaje de la vida, todo lo va desgastando.
El trabajo, los problemas, la alimentación, la infelicidad, también la felicidad, los hijos,... van minando por dentro a las personas.
Nos va haciendo más sabios y duros, pero a la vez más pequeños y desvalidos.
Lo más importante es que llegado a la vejez, ninguna persona tanto si es hombre como si es mujer, diga que se quiere morir.
Uno se quiere morir cuando cree que es un trasto viejo al que nadie hace caso.
Cuando ve que no es capaz de sujetarse de pie.
Cuando ve que lo tienen amarrado a una silla por temor a que se caiga y se rompa la crisma.
O un brazo, pierna, la cadera.
Cuando tiene que usar pañal como un bebé,...
Y encima te ha abandonado tu familia que es quien te tiene que dar calor y cariño.
Sinceramente, yo en esta misma situación, también quisiera morirme.
Yo soy de la condición, que llegado el día que me suceda todo lo que pongo arriba.
Que hasta incluso el alma se me haya adormecido por el cansancio de vivir,
me administren una pastilla antes de irme a dormir, no sin antes haber reunido a toda mi familia,
y poder despedirme de ella.
Creo que al igual que cuando nace un niño todo es felicidad, una muerte digna y querida, ha de ser también felicidad.
Mientras tanto el agua salta y sigue su curso por la montaña hasta llegar a los ríos, mares,....
Sale con fuerza por las fuentes formando pequeñas perlas que se ríen del mundo, pues el agua nunca se hará vieja.
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