Una Noche de luna creciente y un cielo muy estrellado, recien estrenada la primavera, César salió a dar un paseo por los alrededores de su casa en el campo. Iba embutido en su abrigo, una bufanda al cuello, y las manos en los bolsillos, aun hacía fresco, pues los rayos del sol ya hacía rato que se habían retirado a sus aposentos. Su mirada era despistada hacia el horizonte y tropezó con algo blando. César, casi cae al suelo, trastabilló varias veces hasta que pudo hacerse con su cuerpo. El pobre gato se puso a la defensiva bufando, y moviendo su patita derecha con intención de arañar a César. Pero César tomo una distancia prudente y se quedó observando al gatito. Se dio cuenta que le faltaba un trozo de rabito. Y pensó que algún niño travieso se lo pilló con algo. Pero también se percató que tenía una gran herida en una oreja, y ahí pensó que era un animal maltratado.
De ahí que el gato pensara que también ese hombre iba hacerle daño. Nada más lejos del pensamiento de César, aunque estuvo a punto de rodar por el suelo, al encontrase hecho una bola al gato. Intentó acariciarlo, pero el gato estaba resabiado, y muy quemado, por los palos de los malvados jóvenes que se divertían haciendo sufrir al animal.
César retrocedió sus pasos y entro en su casa. Volvió con una cajita de jugoso salmón, comida para gatos.
El gato no se estremeció del lugar.
César le dio la espalda y dio unos pasos.
Entonces Misi devoró la lata de salmón. Se estaba relamiendo cuando César puso su mano en el lomo para acariciarlo.
Se sentó a su lado y el gato cada vez se iba acercando más y más hasta quedar los dos rozándose.
El gato empezó a hacer: "runrun", ronroneaba.
César se despidió de él, se levantó del suelo y caminó dirección a su casa.
César se despidió de él, se levantó del suelo y caminó dirección a su casa.
El gato lo seguía como si lo conociera de toda la vida.
Los animales son como las personas, si ven cariño, si notan que son queridos, se transforman y tratan de ser sociales. Por el contrario, si son maltratados, se vuelven huidizos, desconfiados y para nada cariñosos.
A partir de aquí Misi salía y entraba de la casa sin temor ninguno.
A veces cuando César estaba triste, Misi lo consolaba y se metía con él en la cama para que no se sintiera solo.
Y de esta forma Misi dejó de ser un gato abandonado y maltratado, y sí muy querido por César.
Muy bonito el cuento que has escrito para mi gatito realeño. Muchas gracias. La verdad es que todas las noches duerme conmigo y cuando tiene frio se mete en la cama entre las sábanas. Se convierte en el dueño de mi cama y tengo que dejarle sitio, jejeje.
ResponderEliminarHola César, así es, es tu gato. Me enviaste estas fotos y te dije que le haría un cuento.
ResponderEliminarA veces los animales nos dan más cariño que los humanos. Y lo bueno es que no nos piden nada a cambio.
Me alegra que te haya gustado.
Saludos
Bonita historia, y triste el trato que algunas personas dan a esos animales que tanto dan sin pedir nada a cambio.
ResponderEliminarUn afectuoso saludo,
Hola Saudades, gracias.
ResponderEliminarLos animales son muchas veces mejores que nosotros. Con una simple caricia ellos nos las devuelven multiplicadas.
Saludos y un abrazo
Bonito cuento Isabel!! que pena que haya gente que maltrate a los animalitos, cuando hacen tanta compañia y dan mucho cariño...
ResponderEliminarUn abrazo.