Convento de los Carmelitas Descalzos.
Edificio del siglo XVII actualmente en ruinas.
... sólo se escuchaba un viento fantasmal. Las miles de hojas de libros olvidadas entres las ruinas, se movían sin cesar. De esta forma los libros pensaban que eran leídos, y no olvidados, ya que sus palabras se deslizaban con el viento. Una vez que anochecía las palabras volvían y se incorporaban en el mismo lugar y formación del libro.
No sin antes con sus voces haber enbaucado a alguna que otra persona a adentrarse en el convento. A veces algunas hojas se cerraban quedando lapidadas para que las palabras no encontraran la pagina de donde salieron. Seguían caminando como zombies con el beneplácito del libro para conducir a las personas hacia el interior. Una vez hubieran desaparecido los rayos del sol, al penetrar entre la maleza cubría el recinto del lugar, y se perdian entre sus paredes.
Una vez la noche entraba, las puertas se cerraban y los arboles se cruzaban para no dejar ninguna rendija por donde poder escapar.
Allí permanecían prisioneras las personas que confiadas del sonido de las palabras entraban en el convento.
Todo aquél que entraba tenia muy complicado de volver a salir.
... el aliento de los libros era tan frió que hasta la tierra se congelaba.
A veces las palabras babeaban y dejaban el suelo tan suave, que las personas resbalaban y una fuerza mágica las empujaba a adentrarse en el convento.
El convento estaba sediento de almas que deambularan por el lugar.
En las ramas de los árboles, desposeídas de sus hojas, se posaban letras para tomar el sol y contemplar a la luna.
El árbol a veces juntaba algunas letras para formar palabras agradables, pero había letras rebeldes que lo lastimaban y formaban palabras insultantes.
Las palabras de los libros pueden ser mágicas, o pueden hacer tanto daño como las palabras dichas a los humanos.
Esta tarde el árbol fue lastimado con palabras groseras tales como:
"Tus ramas son esqueléticas y tan feas que ni las letras te aguantas más de diez minutos.
Eres como un parásito inmundo.
Las hojas huyeron de tus ramas porque hueles a podrido".
El pobre árbol aguantaba sin rechistar.
Hasta que sus raíces envenenadas por las letras hirientes hacia estremecer la tierra y las palabras caían dándose coscorrones unas con otras. De esta forma salían corriendo metiéndose de nuevo en el libro.
Pero al día siguiente salían a molestar a las pobres ramas.
Aspecto fantasmagórico si que tiene el castillo. Tú, con tan acertado texto, has acentuado aun´más el misterio.
ResponderEliminarUn abrazo.
Graciasssssssss Disancor, me alegra que te guste. El convento existe, y paseamos por el lugar el sábado por la tarde César, Juli, mi compi y yo.
ResponderEliminar:-) Cuando me aburro surgen en mi mente estos cuentos tan raros jajajaja
Saludos y un fuerte abrazo
Se han escapado unas pocas letras díscolas y se las ve jugando por el camino, las paredes y los libros del convento no han notado su falta, y jugaban, todas querían ser la primera pero la más rapida fue la "i" llegó corriendo la "l" y la siguiente asustando al resto fue la "u", todas se atropellaban y se pudo escurrir la "s", cada vez quedaban menos y fue más lista otra "i" a la que siguió la "o" acompañada de su compañera la "n".
ResponderEliminarNadie lo advirtió pero formaron la palabra "ilusión"
Gracias Saudades :-) Muy original el comentario. Ilusión es la que no nos ha de faltar para seguir luchando en la vida.
ResponderEliminarSaludos
bien.... muy bien ... imaginacion es lo que tienes sin dudas... hermoso cuento
ResponderEliminarGracias Antonio. Bueno seguro una imaginación infantilona, pero cada cual es como es :-)
ResponderEliminarSaludos y un abrazo