... Ella a través de las ramas espiaba.
Por un momento se le paró el corazón.
¡¡No podía ser!!
Aquél hombre que tantas veces la amó a pleno luz del sol,
y en las noches con lunas,
ahora la enterraba en un agujero que a pico y pala él mismo estuvo cavando.
La saña fue tan grande que hasta mí me salpicó cuando golpe a golpe la dejó sin respiración.
Incluso el árbol donde iba a ser enterrada bebió de ese líquido aun templado y viscoso.
Las raíces de este árbol, que yo contemplaba atónita y muda, acapararon rápido la laguna roja que manaba del cuerpo inerte de la mujer. Pareciera como si el propio árbol fuera cómplice de aquel brutal crimen.
A fecha de hoy, pasados más de cinco lunas, aun no se encontró ningún hallazgo del cadáver.
Yo, que soy la luna, puedo ver, pero soy muda y no puedo hablar, por eso soy la mejor aliada del amor y también del desamor, aunque este no me agrade nada.
... sació su sed y se le nubló la vista ...
Las piedras también saben del secreto forzoso del árbol y de la luna.
Ellas también son mudas.
Últimamente me he observado y tengo pensamientos y sueños muy raros, agresivos, no sé si será porque estoy leyendo el libro de Mario Vargas Llosa, "La Ciudad y los Perros". Me lo ha recomendado un conocido, no podría llamarlo amigo, si no, conocido de la red. Realmente no sé si el libro está influyendo en estos sucesos anómalos que me pasan en sueños.
Pero le doy rienda suelta a estos pensamientos y sueños, escribiéndolos para de alguna forma, liberarme de ellos.
Seguro sólo se quedan en pensamientos.
¡¡¡Que no cunda el pánico!!! Soy incapaz de hace daño a una mosca.
Si pudiese hablar, cuántas cosas contaría la luna.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Disancor, sí, así es, si ella pudiera hablar se descubrirían muchos crimenes. Tantos secretos aun guardados sin ver la luz.
ResponderEliminarSAludos y un fuerte abrazo