La vereda ese día estaba cansada de soportar tanto peso.
Los caminantes la iban aplastando poco a poco.
Resulta que la gran mayorías de las personas del lugar, decidieron que en lugar de ir por otros camino, ir por esta vereda. Las ovejas transitaban por ella y le iban robando la hierba. Alguna descalabradura también recibía la pobre vereda cuando las ovejas entusiasmadas por alguna fruta fresca se encaramaban a la pared y tiraban alguna piedra.
Pero la vereda no se quejaba. Llevaba su tristeza en silencio.
Por las noches la vereda lloraba tanto que al día siguiente estaba toda la hierba y la tierra empapada.
Pero al amanecer cuando el sol salía se bebía sus lágrimas y nadie se enteraba de su sufrimiento.
Un día que el viento estaba por fastidiarla, la gritó, la habló en un tono graciosillo y hasta cierto punto hilarante, se pavoneaba de un lado a otro de la vereda muy alegre él mientras decía en tono jocoso: "qué suerte tengo, que nunca me pueden pisar, tampoco verme cuando hago alguna travesura, yo disfruto por ser intangible mientras otras son tan tangibles que las pisotean y escupen en sus narices·.
La pobre vereda que en algunas ocasiones sí que había envidiado al viento, se mordió los labios para no articular palabra alguna. Sus ojos se anegaron en lágrimas. El tono perentorio del viento y la ineptitud de éste, habían conseguido hundirla aun mucho más.
Un caracolillo muy anciano que anda por la vereda y escuchó las barbaridades que decía el viento. También llegó hasta sus iodos los gemidos, y suspiros por la falta de aliento de la vereda. El anciano caracol quedó paralizado. Si en ese momento hubiera tenido algo a mano, le hubiera espetado al viento y se lo hubiera comido como si fuese un trozo de lechuga guisada para que no volviera hacer daño a la vereda.
El anciano caracol quedó mudo, sólo pasó por encima de la vereda acariciándola y dejando su babita suave y escurridiza.
El viento no contento con haber humillado a la vereda, volvió a remeter contra ella, con tan buena suerte que con las babitas del caracol se pegó un resbalón y se estrello contra el muro de piedra.
Con el impulso del propio viento cayeron piedras de todos los tamaños que dejaron un trozo de viento aprisionado.
El resto del viento que pudo escapar, no volvió a fastidiar a la vereda, y a partir de entonces procuraba no soplar muy fuerte no fuera que hubiera babas de caracol y volviera a resbalar.
Moraleja: Siempre hay algún amigo dispuesto a echarnos una mano cuando alguien nos hace sufrir. Y a veces son los amigos que menos nos imaginamos.
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Excelente trabajo de campo. Una vereda como la que describes me trae muy buenos recuerdos.
ResponderEliminarFeliz fin de semana.
Un abrazo.
Mi abuelo de peque me decía, que en el campo puedes encontrar cualquier cosa, incluso caracoles, babosas y limacos, por ello es de personas prudentes mirar siempre por donde pisas, ya que sin querer pudiera ser que te pegaras un buen resbalón a causa de las babas que estos desprenden y mira bien, pues luego no te valdrán las lamentaciones, si pretendes ser feliz ten cuidado donde pisas y a quien pisas...por muy insignificante que el pisado fuera, o pareciera, si no quieres que por aquello de que nunca llueve a gusto de todos, pudieras verte envuelto entre tus propias babas y fueran luego confundidas estas con las del pobre CARACOL. Con todo mi mayor afecto y cariño para el mismo, y un abrazo si...eso muy fuerte para ti AMIGA ISABEL FELICES FIESTAS
ResponderEliminarMUY BUENO LO TUYO...
Desde el corazón y con mis mejores deseos, ¡FELIZ NAVIDAD!
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias Disancor. Me alegra que te guste.
ResponderEliminarIgual para ti, te deseo que tengas unas Felices Fiestas y que seas el hombre más Feliz de la Faz de la Tierra.
Saludos y un fuerte abrazo
Gracias Mimundomanualyartistico, lo que es lo mismo gracias José Luis
ResponderEliminarAsí es, por pequeños que nos parezcan los demás, nunca debemos lastimarlos.
Igual te deseo que pases Felices fiestas
Saludos y un abrazo