Muchas gracias al señor Alcalde de El Real de San Vicente por poner estos bancos para poder contemplar la belleza del pueblo y respirar el aire fresco de la sierra, mientras el silencio de la noche acompaña y pone las cosas en orden. Durante el día los bancos vienen muy bien para los que paseamos por estos lugares. En las noches evoca un lugar melancólico y a la vez enamoradizo. Seguro que aquí el pensamiento puede volar y llegar hasta la sierra o muchos kilómetros más allá.
Es un placer poder sentarse después de un largo paseo. Contemplar el paisaje mientras el viento acaricia tus mejillas; las hojas lacias y doradas que dejó el otoño se descuelgan como mariposas cansadas de las ramas.
Es un respiro poder coger un libro y leer bajo las sombra mientras se huele el olor a pueblo recién levantado o a punto de acostarse. Tal vez estos bancos den para poner enfrente un caballete y un lienzo en donde pintar la naturaleza, dibujar una flor, tal vez un gorrión... Desde luego y con seguridad estos bancos a parte de servir para descansar, harán que la mente se evada o por el contrario asuma y haga frente a los problemas. Cuando se está en un lugar agradable y lejos de ruidos, la soledad, puede poner nuestra mente en orden o por el contrario perturbarla más.
La niebla envolvió todo y todo se volvió fantasmal.
Las hojas susurraban mientras caían y el suelo en su regazo las recogía.
La farola iluminaba la estancia pero también el pensamiento.
El frío de la noche congeló las estrellas y las apagó.
El frío pesó sobre la rama del árbol, se rasgó y un leve lamento se escuchó.
No se puede coger al viento y acunarlo en las manos. Se escurre en los abrazos. Huye sin ser perseguido. El viento es transparente, no huele, no tiene ojos pero sin embargo camina por donde quiere. Tiene mucha fuerza y es capaz de arrancar árboles sin esfuerzo alguno. De tumbar casas y levantar olas de diez metros. El viento es intangible. El viento no tiene corazón pero tampoco tiene alma.
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