Para eso que llaman vida, habría que tener un manual para poder sobrevivir.
A mí no me importa equivocarme una, dos, tres,... Aprendemos de nuestros errores. Todas las personas nos equivocamos, y quien diga que no es un mentiros@. O por el contrario, no tiene ningún tipo de vida social. Vida social le llamo a estar comunicado con el resto de los mortales. Bien sea in situ, o por cualquiera de las redes sociales, blogs, teléfonos etc,...
Equivocarse es de humanos, y rectificar de sabios. No soy de esas personas que cuando se equivoca se enrosca en su concha de caracol para ni ver, ni ser vista. No me importa que la gente hable de mí y diga tal o cual cosa. Quiero seguir equivocándome y rectificar las veces que haga falta, porque de esta forma, aprendo de la vida. Saber que cada equivocación podemos trasladarla a una simple anécdota y contarla sin ningún tipo de perjuicios o vergüenza. Cada equivocación, es un aliciente, una batalla para seguir aprendiendo de la vida.
Se equivoca
con ello pierde amistades
le abrazará la soledad.
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Él se fascina
ella elude mirar
sus bocas forman un todo
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¿A qué te sabe este otoño?
A mí a languidez,
a reposo, a hojas secas,
a desnudez, frío, recogimiento,...
También sabe a calor humano.
A castañas asadas.
A los zafiros prendidos en las granadas.
En estos tiempos de alborotos e imposiciones,
tiene sabor a incertidumbre.
Aveces llega el olor amargo de la desgracia,
de enfrentamientos de hermanos, amigos, y familias rotas.
Este otoño huele a sangre derramada.
Ojala los aires se lleven este último aroma,
y de nuevo vuelva la concordia.