Hoy está el día gris. Amaneció más tardío porque las nubes espantaron al sol. No me apetecía levantarme, pero hice un gran esfuerzo. Eché las sábanas para atrás y me senté en el trono a leer. Después de una hora leyendo en el trono y otras actividades, me di una ducha. Disfruto mucho bajo el agua caliente, si no fuera porque hay que cuidar del agua y porque el gas sube mis gastos, estaría eternamente bajo él cayéndome por la cabeza y por todo mi cuerpo. Es un placer sentir el agua cuando acaricia caliente, metiéndose por todos los recovecos de mi menudo cuerpo.
Salí de la ducha y me embutí en el albornoz verde con capucha. Así estuve un rato mirando por la ventana, ensimismada, viendo a los pajarillos en la rama del árbol.
Hoy no fui de la cama a la bici como cada día. Desayuné un zumo de naranja y me apetecía un poco de pisto que quedó de la noche anterior. No tengo una norma de desayunar leche con tostadas o con galletas como lo hacen la gran mayoría de los mortales. Como lo que me apetece y que no me de intolerancia. El pisto estaba más rico asentado por la mañana, que la noche de antes, y mira que estaba rico, pero por la mañana estaba delicioso y con más sabor por su veterania de varias horas hecho.
Me sequé un poco el pelo. Puse crema protección 50 en mi cutis. Me puse un poco de rimel en mis pestañas. Me vestí con mis vaqueros y mi camisa de colorines, una chaqueta polar rosa. Bajé al trastero y recogí el carrito de la compra. Caminé al mercadillo. Había pocas personas y menos puestos que de costumbre. Recorrí todos los pasillos. El griterío de los fruteros llamando la atención para vender sus mercancías me hizo sonreír. Me paré en un puesto en donde el chico se desgañitaba para atraer a más clientela. Chiquillo que te vas a quedar ronco, le dije.
Compre manzanas, naranjas, plátanos, melocotones, pimientos rojos y dos lechugas. Estuve como dos horas caminando. Cuando llegué a mi casa había recorrido algo más de once kilómetros,así me lo marcaba el aparato que llevo para que me diga lo que camino.
Saqué todo el género y me dispuse a lavarlo. Me gusta lavar las frutas antes de meterlas en las nevera. Así no hay peligro de que nos llevemos a la boca con todos los microbios. Lavé también en abundante agua y con unas gotitas de lejía los pimientos rojos y asé. Mientras se asaban comí una ensalada de judías verdes que había hecho el día de antes y sobró. Me gustan las judías verdes. Las hago al vapor con dos zanahorias laminadas, dos patatas laminadas y una cebolla en gajos. Al hacerlas al vapor conservan sus vitaminas, su sabor y su color.
Después me asé unas castañas del castañal de los primos de Antonio. Están deliciosas. Lo malo que se inflama la panza y da muchos gases. Seguro que esta noche habrá una sonata y no precisamente de violines.
El día que las comemos los dos la sonata se multiplica pero también las risas.
Seguido me hice cinco kilómetros en la bici y le di otro buen empujón al libro.
Y ahora estoy aquí escribiendo y terminando para tomar un descafeinado e irme a la clase de fotografía.
Estaré sola en el cuarto rojo, mi compañera de curso me ha dicho que no podía ir. Hoy será tarde aburrida de
revelado de fotos.