Seguro que la hoja está relajada con ese baño de agua fresca.
No hay mejor cosa que una bañera llena de agua caliente.
El sábado después de haber estado por la mañana ayudando a Antonio a sembrar cebollino bajo la lluvia, me dolía todo el cuerpo. Sobre todo los riñones. Eso que yo sólo le corté las barbas al cebollino y se lo ponía en la mano a mi compañero. Él hizo ocho surcos, azadón en mano, la tierra estaba muy pesado por el agua. Él quedó exhausto de tanto esfuerzo y yo dolorida por estar casi en cuclillas acercándole en cebollino para ser enterrado una parte en la tierra, y que crezca a oscuras una hermosa cebolla.
El cebollino se siembra y de cada uno nace una cebolla. No es igual que las patatas que se siembra una y en esa mata pueden salir 4, 5 o 6, hasta un kilo de patatas si se da bien la cosa. Igual pasa con las judías verdes, con los calabacinos, berenjenas,...
Volvimos a casa y como ya me había dejado el cocido hecho la noche anterior, pusimos la mesa con los platos y cubiertos y calenté la comida. Nos la comimos y después recogimos la cocina.
Por la tarde fuimos a ver a las colmenas. Cogimos espárragos y volvimos a casa porque queríamos asistir a una misa de difunto. Pero yo estaba cansadísima y no tenía ganas de quedarme dormida en misa.
Opté por llenar la bañera con agua bien caliente. Echar unas sales y me metí en la bañera. Estuve echándome agua y disfrutando de los pequeños placeres que al final son los que más valen para el bienestar de una. Toda una gozada soñar en la bañera mientras te relajas.
De ahí que imagine a las flores y a las hojas disfrutando de ese baño de agua fresca de la lluvia.
Yo salí de la bañera cuando tenía las manos arrugadas. Me quedé relajada total.
Todas esas pompitas que se ven en las flores parecen pequeños suspiros que brotaron cuando las flores tenían muy cargado su corazón.