sábado, 19 de mayo de 2012

Relato corto de terror



Erase una vez una casa muy antigua en donde las telarañas campaban a sus anchas incluso colgadas de las tejas. También habían invadido un rosal que tiempo atrás era una  dulzura en primavera. Su olor embriaga alrededor de más de 20 kilómetros. Era tan atrayente su aroma, que quien lo olía seguía el reguero que el tufillo rico a rosas frescas dejaba.
Un día de truenos, relámpagos, y lluvia de sapos, un matrimonio con un niño de pelo rubio y remolino de travieso, paro el coche  cerca de la casa vieja esperando que la tormenta amainase. Pasadas más de cuatro horas y en vista de que la tormenta no escampaba, decidieron llamar a la puerta de la casa vieja. No obtuvieron respuesta alguna. A la segunda vez que llamaron con los nudillos un poco más fuerte, la puerta se abrió y la casa se iluminó. Los padres se miraron extrañados y el niño le dio la mano a su madre. Se limpiaron los pies en la alfombra que estaba llena de insectos muertos y de pétalos de rosas secos. Entraron en el interior de la casa iluminada. “Hay alguien aquí" varias veces hicieron esa pregunta sin obtener respuesta alguna.
Mientras tanto, a través de los cristales de la ventana, había un espectáculo nada agradable.  Montones de  arañas se retorcían mientras pendían de su propio hilo balanceándose y chocándose  con el cristal, el agua las estaba ahogando,  estiraban y encogían sus patas  por la falta de oxigeno hasta quedar tiesas, pasadas por agua y fritas por los relámpagos. Las lámparas, jarrones y demás adornos, no necesitaron ser envueltos en papel o sabanas, las arañas hicieron envoltorios con su propia madeja. Todo estaba cubierto con enormes telas de arañas. Parecía que había pasado un siglo por la casa sin estar habitada.  Las arañas habían tejido verdaderas obras de arte.

El niño pidió algo de comida. Y se dieron cuenta que todo estaba en el coche. Agua, leche, galletas, algunos refrescos de cola, y unos bocadillos de tortilla  Española que la madre había preparado antes de salir.
En esos momentos llovía a mares y relampagueaba como si estuviera en el día grande de las Fallas  de Valencia.
Fueron en busca de comida. Abrieron la nevera para ver que había en ella. El grito fue aterrador. Montones de arañas salieron despavoridas  dejando a sus crías y huevos a merced de los inquilinos que invadieron  la casa vieja. Algunos ojos saltaron al suelo y se escondieron bajo la mesa. Un ojo verde de lagarto se metió en el zapato del niño. El pobre niño se quedó paralizado y no era capaz de llorar. Comenzó a ponerse morado hasta que su madre le bamboleo para que arrancara a llorar o a respirar. Cuando el niño rompió a llorar, el ojo del lagarto salto y se fue junto con los demás ojos que estaban bajo la mesa de la cocina.
Se agarraron los tres de las manos e hicieron intento de salir de la cocina. Pero los ojos cerraron el paso poniéndose en fila en la puerta. Con un respingo los padres y el niño dieron marcha atrás. Pero el padre cogió al niño en brazos y pisando los ojos con rabia pudieron salir.
Sus caras estaban constreñidas y con muecas de asco. De los ojos que reventaron salieron unos gusanos verdes con pelos negros asquerosos.
El niño tenía hambre y pedía algo de  comer. La madre rebuscó en su bolso y encontró algunas chocolatinas desechas por el bochorno que había causado la tormenta. También tenía algún regaliz de fresa, de esos largos.
Ya era media noche y estaban muertos de sueño. El niño se durmió en los brazos de la madre, mientras que ella y el padre daban cabezazos sentados.
De pronto comenzaron las luces a bailar. Se apagaron y se hizo el silencio más absoluto y temeroso que nunca antes habían escuchado. Sólo oían su propia respiración y la de su hijo que dormía plácidamente en los brazos maternos.
La puerta de la calle se abrió y entraron por ella dos ancianos de barba y pelo cano. Pudieron verlos, porque justo un relampago cayó en el exterior de la puerta justo cuando ellos entraban. La estancia se iluminó y ellos entraron como si llevaran haciendolo siglos.
Se comportaban como si en la casa no hubiera nadie. Subieron a sus alcobas y cada uno ocupo una de las habitaciones. Seguido entraron dos mujeres vestidas de negro, y con pañuelos en sus cabezas. A los padres les chocaba que con lo que llovía en ese momento, estaban secas sus ropas y sus pelos.
Hicieron lo mismo que los abuelos, subieron a las habitaciones y cada una de ellas ocupó una habitación con sus correspondientes maridos.
Llegó el nuevo día y con él un sol lucía esplendido. Dejó de llover y con la claridad se dieron cuenta que habían entrado en un cementerio.
Los abuelos cada noche se levantaban de sus tumbas y iban a ocupar sus respectivas camas que eran más blandas que la tumban donde yacían.


Ufffffffffffff, bueno, termino de inventarme este cuento jajajajaja, y en un rato me iré a la cama a dormir.

7 comentarios:

  1. Qué bien cuentas este relato gótico, con un abrebocas de arañas, y el colofón de las almas del cmenterio, buscando sus lechos cómodos de cuando eran también carnadura. UN abrazo. Ah, las fotos muy buenas. Tienes buena lente. Carlos

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    2. Hola Carlos, muchas graciassssssssssssss. Me alegra que te haya gustado.
      No sabía o mejor dicho, no conocía lo que es un relato gótico. Pero gracias a ti lo he aprendido pidiendo información a nuestro amigo Google. Gracias por enseñarme.

      Sí, la verdad tengo buena cámara, pero ya se está quedando antigua.

      Saludos Carlos, y un abrazo

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  2. Vaya imaginación la que tienes.
    Me ha gustado mucho este relato Isa, en particular a mí me gustan estos de terror.
    Te dejo un beso y gracias por compartirlo.

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    1. Gracias Osvaldo. Me alegro que te haya gustado. Yo soy muy miedica, no sé como se me ocurrió escribir esto.
      Saludos y un abrazo fuerte

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  3. Isa,tienes una fortaleza grande,amiga...Después de inventarte ese cuento...puedes irte a dormir tranquilamente,asi me gusta,que tu mente esté bien organizada,que vayas eligiendo tus estados de ánimo y que nada interrumpa tu paz y tu equilibrio,amiga.
    Mi felicitación por tu variedad de temas,tu profundidad y buen hacer.
    Mi abrazo inmenso y mi ánimo siempre.
    M.Jesús

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    1. Gracias María Jesús. Jajajaja, sí eso pensé yo misma cuando me fui a la cama. No me dio miedo porque tenía compañía, si no, soy muy miedosa.
      Alguna vez que he visto alguna pelicula de miedo jajajaja he cambiado el sitio a mi compañero, le he dejado a él al lado de la puerta, jajajaja mira que tontería jajajaja.
      Gracias María Jesús. Saludos y un abrazo grande

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