El sábado después de echarnos una buena siesta nos fuimos al monte a visitar a las abejitas.
Hacía mucha calor y yo no me vestí.
Me dijo mi compañero que me alejara porque iba a mirar las colmenas para ver si necesitaban que las pusiera alzas.
Mientras él caminaba hacia las colmenas le hice alguna que otra foto.
Cuando me dijo que me alejará ya que las abría, salí caminando deprisa para retirarme del lugar.
Anduve haciendo fotos a este pajar que antaño estaba ocupado por sus dueños y sus hijos.
Hoy día las paredes de piedra solitarias lloran la ausencia de tiempos pasados.
Sus únicos moradores algún que otro reptil, las aves que pernocten en las largas noche de invierno, los insectos y la soledad de sus habitantes.
Alguna que otra teja dolorida por el frío y los quejidos del largo invierno, cruje y se hace pedazos ante tanta soledad y los alaridos del viento.
A mí me gustan mucho los pajares y sueño despierta pensando de cuando fueron habitados y las risas y el hambre moraban por el lugar.
Un poco más arriba hay una pradera en donde mis abuelos y mi padre en los veranos hacían la era.
Recuerdo cuando ibamos de vacaciones haber dormido más de una noche en la era para que el ganado no se comiera la paja de trigo, o cebada que habían plantado. Mi hermano y yo eramos dos micos asalvajados por un mes. Es lo que tiene el estar interno y sus normas, que cuando despliegas las alas de la libertad te vuelve un "ser salvaje"
Y estaba yo recordando la niñez cuando una abeja se encaprichó de mi pelo.
Uffffffffffff, di un respingo y me levanté de la piedra en la que estaba sentada.
La cámara en la mano derecha no la soltaba, pero con la mano izquierda le daba golpes a mi pelo para que la abeja se fuera. Metía los dedos entre el pelo para sacar a la abeja.Y cuando más sacudía mi pelo, más sentía el ruido brubruruuuuu bruuuu. La pobre abeja debía de estar mareada, pero yo estaba cagadita de miedo. El veneno contra la alergia estaba en la mochila dentro del pajar. Imposible de ir a ponérmelo sin ser picada por más abejas que pululaban a sus anchas al abrir mi compañero la colmena.
Salí corriendo como alma que lleva al diablo hacia abajo para alejarme más y más del pajar, y del alcance de más abejas. Todo esto sacudiendo mi pelo para intentar que la abeja se desprendiera.
Como la abeja seguía encarcelada entre las rejas de mi pelo, me tapé el cuello para proteger las venas.
Dejé de sacudir el pelo pensando que si me picaba en la cabeza sería mejor que no en el cuello.
La abeja se fue sin más. Y yo me quedé nerviosa y con mi corazón que parecía una autentica carrera de caballos.
Ya no iré al monte sin el equipo de apicultora. Realmente lo pasé muy mal pensado que no tenía a mano el bolígrafo de amoniaco para contrarrestar el veneno de la abeja.
En esta campanilla entró un bicho, tal vez una abeja, tan vez una hormiga, ...
Flor con ojos jajajaja de asombro jajajaja.
Seguro algún bichito quedó dentro de esta campanilla y lo negro parecen los ojos de la flor.
Aquí me senté a descansar y relajarme escuchando el sonido de la naturaleza.
Realmente hay un sonido muy bello que transmite tranquilidad. Eso sí, cuando alguna abeja o el sonido de una mosca oigo, uffffffffff tiemblo.
Estaba deseosa de que apareciera mi compañero.
Mientras tanto escuchaba los sonidos del campo.
Y mi compañero apareció conduciendo con el traje de apicultor.
Se alejó lo máximo posible porque las abejas estaban algo alborotadas.
Le conté lo que me sucedió y encima me regañó. Claro que tenía toda la razón, yo debí de alejarme desde el principio y esperarlo en la piedra que estaba bajo una encima que me daba la sombra.
Este año hay pocas amapolas. Al menos por donde otros año yo veía más, este año hay mucha ausencia de ellas. Las habrá afectado también la crisis. En esta amapola una arañita salió corriendo porque no la gusta salir en las fotos.
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Una amapola con un inquilino dentro. Tal vez pensó que era un vestido de fiesta y fue a mirar dentro para ver quien lo llevaba . Seguro que se llevó una gran sorpresa porque se encontró con una humilde y sencilla amapola. |
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La naturaleza es parlante, sí, sí, no me he vuelto loca, solo hay que estar atentos para poderla escuchar.